miércoles, 26 de julio de 2017

PREVENCIÓN DE CONDUCTAS DISRUPTIVAS EN ALUMNOS DE SECUNDARIA


Al comenzar una clase de 3º de ESO, vino una compañera al aula a hacerme una pregunta. Antes de hablarme, se quedó mirando cómo mis alumnos trabajaban en silencio, atónita
  • ¿Cómo lo has conseguido? Si éstos cuando están conmigo, ¡no paran de hablar y molestarse entre ellos!
Lo que le conté un rato que tuvimos poco después, es lo que voy a compartir hoy con vosotros. No son reglas complicadas ni depende del carisma del profesor (aunque todo cuenta) ni las he inventado yo, sino que es la suma de lo que he aprendido como estudiante y después psicólogo en ejercicio, como profesor con 26 años de experiencia docente, y también gracias a que he conocido tres sistemas educativos distintos: la enseñanza concertada (9 años) y la enseñanza pública en España (16 años) y por otro lado, la enseñanza en el extranjero (1 año en California).

1.- NUESTROS ALUMNOS SERÁN LO QUE ESPEREMOS DE ELLOS (EL EFECTO PIGMALIÓN)


Rosenthal y Jacobson, en una investigación clásica, informaron a un grupo de profesores que a sus alumnos se les había realizado una prueba para evaluar sus capacidades intelectuales. Luego, se les indicó cuáles habían sido aquellos que habían obtenido los mejores resultados y que serían los que mejor rendimiento tendrían. Al finalizar el curso así fue, aquellos que habían sido considerados mejores tuvieron un rendimiento mayor. La cuestión estaba en que la prueba que evaluaba la capacidad intelectual de los alumnos nunca se realizó. Los grupos eran aleatorios, no separados por inteligencia ni capacidad.
¿Qué sucedió entonces para que unos chicos señalados al azar como los “mejores” llegaran a convertirse en ello? Los profesores tuvieron altas expectativas en relación a ellos y actuaron a favor para que estas se cumplieran. Así, el clima, la actitud y la predisposición a enseñarles era diferente y más especial. Además, estudios posteriores con estudiantes de diversas edades confirman estos resultados.
Aunque esto es algo más complejo de lo que parece, ya que estas expectativas tienen que ser reales y estar fundamentadas y arraigadas en la mente del adulto que supervisa la educación de esos jóvenes. Es decir, el efecto Pigmalión se produce por lo que comunicamos a través de nuestros gestos, actitudes y mensajes implícitos en lo que decimos de una manera positiva, por lo que si queremos buenos resultados tenemos que creer en nuestras palabras.
Así que es posible sacar lo mejor de los alumnos si las expectativas son positivas, y esto es fácil en los grupos que efectivamente, su comportamiento e implicación es bueno. ¿Qué pasa cuando esto no ocurre? Normalmente la expectativa del profesor puede torcerse y dejar de ser útil para conseguir que los alumnos rindan más. En estos casos, es bueno considerar su conducta de una manera más global. Me explico:
Tuve un compañero en Novelda, que ejercía como psicólogo en el departamento de orientación y que también tenía una empresa familiar de construcción. Decía que los alumnos con TDHA (Transtorno con déficit de atención e hiperactividad) no eran buenos alumnos, pero él los buscaba para trabajar en su empresa porque eran los mejores, ya que los trabajos físicos que implicaban movilidad eran su ambiente laboral más propicio. Los alumnos muchas veces tienen conductas que quizá en el contexto escolar no sean las más adaptativas, como ser ruidosos, movidos o demasiado comunicativos, pero esas conductas pueden ser adecuadas y útiles en otros ambientes. En cualquier caso, eso no les descalifica como personas, simplemente hemos de centrarnos en que entiendan que no tenemos nada personal contra ellos, pero han de elegir comportarse de otra manera cuando están dentro del aula.
Nuestros alumnos son adolescentes, cuya capacidad de comprensión se asemeja a la de un adulto, si consideramos que han llegado a la etapa de orperaciones formales, según Piaget. Pero no son adultos en lo demás, lo cual implica que pueden tener una baja capacidad de autocontrol, baja resistencia a la frustración y no ser capaces de demorar la gratificación cuando se esfuerzan por algo. Esto implica que nuestro trabajo no termina en la transmisión de contenidos (puede que eso fuera cierto hasta el sg.XX) sino que el rol de profesor, nos guste o no, ha pivotado de ser un mero erudito/experto en una disciplina, a requerir más habilidades que se aproximan al campo de la psicología y de la asistencia social. Algunos profesores se quejan amargamente de esta transición de rol. Seguro que muchos habéis oído frases del estilo "yo no soy un policía, vengo a dar mi asignatura" "si no vienen con los modales aprendidos de casa, que no vengan". Y es cierto que la familia es fundamental, la variable que muchas veces explica el éxito o fracaso de los alumnos en el contexto escolar y en la vida, pero los profesores que ejercemos en el siglo XXI hemos de ser capaces de aportar todo lo posible para contribuir al éxito de nuestros alumnos, sin buscar excusas para trabajar menos y centrarnos en un rol obsoleto y reduccionista.
Antes de comenzar con los principios y los protocolos , voy a hablar de una herramienta que considero imprescindible, especialmente a principio de curso, por muchos motivos: El mapa de la clase

2.- EL MAPA DE LA CLASE.

El inicio de curso, especialmente con alumnos que no nos conocen, es muy importante, ya que sienta las bases de cómo pueden ir las cosas durante todo el año escolar. Esta herramienta es fundamental en el planteamiento que propongo.

Consiste en algo muy sencillo, simplemente es un esquema en el cual se dibujan los pupitres tal como el profesor quiere que se sitúen en el aula, y en el que se ponen los nombres de los alumnos. Os pongo un ejemplo real de un grupo de 3º de ESO en la figura de abajo. Podéis ver que hay alumnos en parejas, y otros en mesas individuales























Los alumnos son reacios inicialmente a ser situados en un sitio determinado que no hayan elegido ellos. Algunos creen que tienen "derecho" a elegir su situación, y aunque es cierto que algunos podrían ejercer tal privilegio adecuadamente, mi experiencia es que normalmente los alumnos más disruptivos se sitúan en lugares que suponen un mayor riesgo de que su conducta sea inadecuada. Para que lo admitan, aunque sea a regañadientes, hay que explicar por qué se toma esa medida, y hay que hacer énfasis en lo positivo que conlleva. Las razones que se les dan para que estén en el lugar asignado son las siguientes:

  1. Permite que el profesor llame por su nombre a los alumnos desde el primer día
  2. Ayuda a que pueda aprenderse los nombres de todos más rápidamente
  3. Es el medio de control de retraso o asistencia. Si un asiento está vacío, es que ese alumno no ha venido, así que es importante no equivocarse de sitio
  4. Todos los puntos por intervenir en clase se otorgan topográficamente, es decir, por el lugar. El profesor pone el punto sin mirar el nombre, sólo por la situación del pupitre, para que la clase sea más dinámica y no interrumpida por tener que parar a mirar nombres en una lista.
  5. Cada cierto tiempo se cambiará de lugar a los alumnos. No van a ser fijos para todo el curso
  6. Si hay circunstancias especiales para cambiar de sitio, se puede comentar en privado al profesor
  7. este sistema fomenta el que aprendan a relacionarse con compañeros que inicialmente quizá no elegirían. Puede ser un descubrimiento interesante para ellos, y también una oportunidad de aprender a relacionarse con compañeros de trabajo, una habilidad muy importante para su futuro laboral
  8. El sistema aumenta la cohesión del grupo, ya que a final de curso habréis estado sentados junto con algunos compañeros que no conocíais tanto.
  9. Evitamos que estén con los amigos que más les apetece hablar. Esto es importante, ya que esto suele acarrear problemas para mantener la atención a algunos alumnos. Mi metáfora favorita es decirles que lo último que hay que hacer si una persona está a dieta es llenarle la nevera de pasteles, así que es mejor que sus mejores amigos tampoco estén muy cerca. Técnicamente, esto se llama control de estímulos

3.- EL CONTROL DE ESTÍMULOS

Veremos que el mapa de clase tiene más usos, pero lo que se les dice inicialmente es lo de esta lista. La ventaja fundamental, en mi opinión, es que el mapa de clase funciona muy bien porque permite el control de estímulos y facilita el refuerzo de la conducta de atención. En los grupos con muchos problemas de atención, se puede optar por dejar a algunos alumnos sin compañero, en mesas individuales, de manera que el control de estímulos se lleva a su máxima expresión. Lejos de ser rechazado, es algo que piden algunos alumnos, ya que son conscientes de que necesitan de un apoyo externo para controlar sus reacciones. El control de estímulos consiste, por tanto, en eliminar todos los estímulos que pueden servir de desencadenantes, o ayudar a ser el gatillo, de deteminadas conductas que intentamos eliminar en el contexto del aula

Para fortalecer la adhesión al sistema, es bueno usar el mapa para decir los nombres de pila de cada alumno desde el principio, y usarlo enseguida para otrogar puntos por participar a los alumnos que lo hacen.


4.- EL REFUERZO DE LA CONDUCTA DE ATENCIÓN, INCOMPATIBLE CON LA DISRUPTIVA.

Hay profesores que están en contra del refuerzo, de los premios de cualquier clase. Argumentan que los alumnos han de hacer las cosas porque es su obligación, no porque se les haya que dar ningún premio. Yo suelo preguntar:
  • Dime una cosa ¿Tú vienes a trabajar porque es tu obligación? ¿Nada que ver con que te premien por ello?
  • Bueno, en general, es así...
  • Entonces no tendrás inconveniente en ingresar tu nómina en mi cuenta ¿Verdad? No te preocupes, yo te voy pasando dinero para tus gastos. El resto que sobre, me lo quedo porque a tí no te hace falta, ya que sería un premio, ¿O no funciona así la cosa?
La verdad es que la idea de que las personas sólo actúan por motivación intrínseca, o deberían hacerlo siempre así, es una falacia, incluso para los adultos. Si tienes un jefe que te aplaude tus aciertos, irás más feliz a trabajar que si sólo se dirige a tí para recriminarte por tus errores (y ante esos jefes tiranos hay subordinados que ni siquiera el sueldo les compensa) Nosotros no vamos a utilizar premios físicos, aunque en determinados casos sería adecuado, sino de tipo social, verbal, más intangibles. Hablamos usar técnicas sencillas cuyo objetivo cercano es evitar la mala conducta, pero que a largo plazo son capaces de aumentar el reconocimiento y el prestigio, de potenciar un autoncepto positivo en nuestros alumnos, estimular su competencia y su sensación de valía personal.

Creo que este principio psicológico, el reforzar las conductas adecuadas y que son incompatibles con las problemáticas, es de los más importantes y eficaces que podemos aplicar en clase. Se trata de premiar de algún modo el que hagan algo que no puede hacerse a la vez que estar distraído, o molestando a los compañeros. ¿Y cómo se concreta esto? Veamos qué tipo de refuerzos podemos aplicar en clase:
  • Refuerzo social: El refuerzo social consiste en decir a los alumnos, con entusiasmo y sin ironía, lo bien que lo hacen cuando esto es así. Normalmente lo usaremos como feedback a las respuestas que dan en clase. Es barato y poderoso. Funciona de manera excelente con los adolescentes, que están en una etapa de la vida en la que necesitan reconocimiento por encima de cualquier otra cosa. Necesitan apuntalar un autoconcepto positivo de sí mismos, y ser alguien dentro del grupo. Necesitan sentirse competentes en algo, así que si les damos indicios de que pueden ser buenos en nuestra disciplina, tenemos mucho ganado en el camino de la motivación.
  • Gestos teatrales: es una variante exagerada del refuerzo social. Cuando ya avanza el año, y hay una relación constituida y afianzada, se puede recurrir a ellos de manera esporádica ante respuestas excelentes o alumnos que les cuesta participar y responden bien. Hay que ser comedido para que el grupo no se alborote demasiado, y cada cual ha de calibrar si entra o no en su estilo personal. Un ejemplo comedido sería acercarse al alumno con cara muy sonriente y darle la mano, o chocar la mano, o hacer un saludo especial, diciéndole que es una respuesta extraordinaria. Es importante que suene auténtico, y no irónico. Otra, de tipo más humorístico, es decirle que le vas a hacer la ola. Hay profesores que, en grupos tranquilos, incluso ejecutan un baile ante las mejores respuestas.
  • Puntos por participar: Se trata de valorar la actitud positiva de los alumnos, de una manera objetiva, e indicando qué porcentaje de la nota final corresponderá a su participación activa. La participación ha de ser dinámica, así que apuntar quién lo hace ha de ser un proceso rápido. Yo recomiendo el mapa de clase, que consigue muy bien este objetivo.
    La manera de aplicarlo ha de seguir unas reglas precisas, para que consiga eliminar las conductas disruptivas
    • Sólo pueden responder los alumnos que alzan la mano, y que han sido elegidos por el profesor para responder. Si responde otro, su respuesta no es válida, independientemente de que acierte o no. Al principio les cuesta más a los que son impulsivos.
    • No se repite la pregunta. Se trata de que estén atentos, así que han de escuchar todo el tiempo por si se formulan preguntas. Si responde ¿Qué? Se pasa a otro alumno para que responda
    • MUY IMPORTANTE: No se ridiculiza a los alumnos por responder erróneamente, ni aunque el profesor crea que merecen una reprimenda. Nunca se hace un comentario negativo cuando un alumno se ofrece voluntario a responder, porque sería un castigo de la conducta adecuada, estaríamos haciendo que ese alumno no participara nunca más, y sería exclusivamente por culpa de la mala praxis del docente.

Esto funciona muy bien porque mantiene a los alumnos en un estado de alerta hacia lo que se está tratando, y por tanto evita las distracciones y es incompatible con la conducta disruptiva. Es importante elegir la dificultad de las preguntas al nivel del alumno que va a responder, intentando que tengan experiencias de éxito, que nos den oportunidad de añadir refuerzo social, especialmente si responden alumnos más tímidos o que no participan tanto. Y como en cada grupo siempre hay gente que participa mucho y otros nada, usando el mapa de clase podemos preguntar directamente a los alumnos que no tienen puntos, para darles opción de aumentar su puntuación en actitud, y estimular a estos alumnos a participar dándoles refuerzo social por sus respuestas

6.- ELIMINAR LOS REFUERZOS POSITIVOS QUE MANTIENEN LAS CONDUCTAS DISRUPTIVAS

Algunas conductas que provocan desorden y caos en las clases se mantienen, a pesar de los alumnos saben que pueden tener consecuencias negativas, porque tienen la expectativa de recibir algún tipo de refuerzo, a saber:

CONDUCTA DISRUPTIVA
REFUERZO QUE LA MANTIENE
Hablar en clase
Evitar el aburrimiento, placer de la comunicación
Hacer chistes en voz alta
Ganar status social en la clase, tener un rol en el grupo
Desafiar al profesor
Resultar atractivo al sexo opuesto, hacerse fama de valiente, ganar liderazgo en el grupo
Molestar a los compañeros
Atraer la atención de los compañeros, evitar el aburrimiento, tener un rol en el grupo
Conductas de acoso (Bullying)
Ser el centro de atención del grupo, Tener dominancia social

En estos casos, es importante eliminar previamente la conducta de refuerzo, consciente o no, que normalmente brindan los compañeros, antes o al mismo tiempo de aplicar otras medidas, especialmente si consideramos el castigo como la opción complementaria. Esto requiere normalmente usar sesiones de tutoría con programas específicos, o al menos, hacer evidente la situación y llegar a un consenso con el grupo sobre la reacción de los demás ante este tipo de conductas problemáticas.

7.- MEDIDAS PUNITIVAS:

En primer lugar, los castigos no son consecuencias que podemos aplicar que creemos que son desagradables para los alumnos. Y no tienen por qué suponer estados de ánimo negativos en ninguno de los implicados. Eso puede ser cierto en el lenguaje vulgar, pero no sirve para ningún propósito considerarlos así.

Un castigo es cualquier consecuencia que consigue disminuir la probabilidad de aparición de otra conducta objetivo

"Cuando eran pequeñas, solía bailar para mis hijas en la calle como premio cuando hacían algo bien. Cuando llegaron a la adolescencia, y quería castigarlas por algo que hacían mal...solía bailar para ellas en la calle"

Esta cita, al margen de su aspecto humorístico, nos orienta de que las consecuencias pueden ser premios o castigos en función de lo que provocan, es decir, si consiguen o no aumentar o disminuir una conducta asociada. Para un adolescente, un castigo puede ser simplemente ir al lado de su padre si considera que lleva una ropa ridícula, y lo sabremos porque se negará a ir con su padre por la calle en el futuro.

Un profesor puede dejar a un alumno a la hora del patio castigado porque habla demasiado en clase. Pero si la conducta asociada continúa, en este caso puede ser por dos causas: o porque el quedarse en clase no es un castigo (a él no le importa no salir fuera, ya que puede entretenerse en el aula, o le gusta estar con ese profesor en concreto) o como hemos visto, porque hay consecuencias positivas que no estamos controlando, que tienen más poder que el castigo que aplicamos.

Adelanto que es mejor evitarlos, porque deteriora la relación con el grupo y está demostrado que no consiguen fomentar conductas, sólo eliminarlas, y siempre que persista la amenaza de castigo.
Las medidas de castigo minan la confianza en sí mismos de los alumnos, acrecientan su inseguridad y contribuyen a bajar la autoestima. Puede ser que en un clima exclusivamente punitivo se consiga que los alumnos hagan cosas, pero el precio que se paga por conseguirlo es demasiado alto.
Las medidas de castigo han de estar referidas a la conducta del alumno, y no atribuirlas a su carácter ni a variables personales. Diremos que se penaliza su comportamiento de hoy, no que es un vago, o que es mala persona, etc.
Así que si se aplican, han de ser proporcionales a la conducta disruptiva y aplicados con un estado de ánimo sereno, para que entiendan que las consecuencias están ligadas a su conducta, y no a la ira del profesor.
No obstante, son necesarias en ocasiones, ya que el refuerzo a veces no funciona siempre por sí solo. O más bien, los alumnos han de saber que esas medidas están ahí y que en casos graves podrían aplicarse por parte del profesor. Hay profesores que las aplican muy poco, ya que como hemos visto, el refuerzo de las conductas incompatibles con las disruptivas allana mucho el camino. Pero hay determinados alumnos que han de saber que el profesor no dudaría en aplicarlas si fuera necesario, aunque no sea plato de buen gusto, del mismo modo que sabemos todos que los policías son gente amable, pero no dejan de llevar pistola cada día y la usarían en casos extremos.

Un ejemplo de medidas de castigo que se usan en las aulas son las que recogen los reglamentos de régimen interno. Hay algunas medidas que son adecuadas, por ejemplo:
  • Avisar verbalmente al alumno de su mala conducta.
  • Repetir el aviso añadiendo las consecuencias más graves que pueden derivarse, si no declina su actitud
  • Amonestación por escrito: actualmente, a través del sistema ITACA
  • Retención en su tiempo libre
  • Llamar o citar a sus padres para que apliquen medidas.
  • Comunicarle al tutor la mala conducta persistente del alumno e instarle a que tome medidas correctivas o punitivas.
  • Derivar el caso al jefe de estudios para que instruya un expediente disciplinario
  • Expulsión del centro por un número variable de días.
Y hay otras que son contraproducentes, como por ejemplo:
  • Expulsar a los alumnos de clase: para mucho es un premio, ya que se aburrían en la clase, y funciona como refuerzo negativo, en el sentido que se les elimina una consecuencia desagradable
  • Enviarlos a la biblioteca, sala de convivencia, despacho del jefe de estudios: por la misma razón. A veces es un premio, porque hay alumnos que hacen que les expulsen de sus aulas al mismo tiempo para coincidir en esos recintos supuestamente disciplinarios

Medidas que normalmente suelen funcionar, aunque hay que evaluarlas en función de si reducen o no las conductas diana:
  • Por faltas leves: dejarlos un minuto, o hasta tres, dentro del aula, cuando ya han salido el resto de sus compañeros, para ir a otro lugar o irse a casa después de las clases. Es fácil porque es el tiempo que tarda un profesor en recoger sus cosas para irse.
  • Retenerlos por tiempos cortos en función del número de amonestaciones que aparecen en ITACA (por ejemplo, 10 minutos en la hora del patio por amonestación)
  • Hacer que cumplan una hora extra de su horario semanal, cuando el resto de alumnos se van a casa.

6.- EL CAOS HA LLEGADO A MI AULA...¿QUÉ HAGO?

Primero, hay que considerar que hay momentos en los que la clase puede convertirse en un caos. Y me refiero a un caos improductivo, porque está claro que en planteamientos tipo Aprendizaje Basado en Proyectos, a veces hay bullicio en el aula, pero se ve claramente que se trata de un desorden productivo, en el cual los alumnos están entusiasmados con la tarea y eso genera el ruido propio de las conversaciones de trabajo. Aquí me voy a centrar en hacer que un grupo esté centrado en el contexto de una clase más tradicional, de tipo magistral.

Los momentos de caos improductivos suelen ser los siguientes:
  • El inicio de la clase
  • Los momentos de transición hacia otra actividad
  • El estado de ánimo del profesor (y de los alumnos)
  • El final de la clase, o cuando se acumula el cansancio
Veamos cómo reforzar la conducta incompatible con el caos, y otro tipo de medidas, en cada uno de ellos:

A) EL INICIO DE LA CLASE:

Éste momento es el que sorprendió tanto a mi compañera Mari Ángeles, porque es perfectamente posible conseguir que la clase comience sin que el profesor tenga que pedir ni una sola vez que se pongan a trabajar en silencio. Os digo cómo se puede conseguir:

A principio de curso, insisto en explicar a mis alumnos que al principio de la clase se hará siempre un ejercicio durante los primeros 5-10 minutos. Yo me limito a entrar en el aula, escribir el ejercicio en la pizarra, y automáticamente el tiempo empezará a contar. El tiempo es limitado, así que cuando se acaba, paso y reviso si está hecho o no, alumno por alumno. Yo aprovecho para leerlo rápidamente y dar feedback en su corrección, y si ha habido un intento genuino de hacerlo bien, les pongo un sello con la fecha (en inglés, para evitar falsificaciones) lo cual duplica la puntuación del ejercicio. No pongo el sello si está hecho precipitadamente (porque han perdido el tiempo o han llegado tarde a clase, aunque en estos casos normalmente no les sello el ejercicio simplemente porque no lo han terminado) Es importante constatar que no se puntúa por el resultado, sino por el proceso. Después se corrige y los que tenían errores pueden rectificarlos.
Una ventaja adicional para el profesor es que se evita llevarse una montaña de libretas de ejercicios para corregir al final de la evaluación. Todo se evalúa se corrige y en el momento. Cuando nos examinamos del tema, simplemente recojo todas las hojas de ejercicios y sumo las puntuaciones en una columna de mi programa de evaluación, lo cual puedo hacer rápidamente en 15 minutos. Yo opto por un sistema de puntuación simple, que es un punto por ejercicio hecho y otro punto por cada sello. La suma total va a la columna correspondiente.

Durante esos minutos iniciales que ellos hacen esa tarea, yo aprovecho para poner en ITACA los alumnos que faltan. Dado que uso un mapa de clase, con puestos asignados fijos a los alumnos, sólo tengo que mirar los huecos para saber quién falta, y en dos minutos he terminado.

Este sistema sencillo me permite varias cosas a la vez:
  • Se refuerza una conducta incompatible con el desorden inicial: hacer una tarea
  • Crea una rutina al inicio de la clase conocida por todos, que no requiere ninguna instrucción por el docente.
  • Se consigue centrar a los alumnos en el tema sin ningún esfuerzo ni energía por parte del profesor
  • Se aprovecha el momento para tareas administrativas: señalar ausentes, retrasos
  • Fuerza a los alumnos que cambian de aula a llegar pronto, porque de otro modo no tienen tiempo de hacer los ejercicios iniciales y van perdiendo puntos
  • Aisla a los alumnos disruptivos o poco motivados para trabajar, ya que aunque ellos no quieren hacer la tarea, todos los demás sí, y por tanto, no tienen compañeros con los que hablar en ese momento. Se quedan de brazos cruzados y en silencio, los demás suelen espetarles que les deje en paz para acabar su tarea.

El sistema funciona tanto con grupos buenos como malos. En los mejores grupos funciona tan bien que he llegado a poner el ejercicio en la pizarra antes del recreo, para tenerlo listo después de que tocara el timbre, y en las ocasiones en que me he detenido en el pasillo a hablar con un compañero, y he llegado dos o tres minutos tarde, me he encontrado al entrar al grupo trabajando en silencio, sin que yo estuviera presente, sin que nadie les dijera nada. Una vez creada la rutina, el sistema funciona sólo.

B) MOMENTOS DE TRANSICIÓN A OTRA ACTIVIDAD:

La gran mayoría de los docentes sabemos que en secundaria ya no existe la posibilidad de dar una clase magistral de 55 minutos, así que nos hemos habituado a cambiar de actividad varias veces en la misma sesión, a veces más como medio de conseguir mantener la atención que como respuesta a cualquier objetivo pedagógico. Pero los alumnos que perciben que la transición puede tardar algún minuto (porque buscas una fotocopia que hay que repartir después, o ejecutas un programa de ordenador para proyectar, etc) automáticamente inician una conversación trivial con sus compañeros, y esto puede ser difícil de reconducir en algunos grupos.
Algunos profesores recurren a hacer gestos, alzar la voz, empezar sin que nadie les haga caso a ver si reaccionan, esperar en silencio usando su miranda como "espada láser", etc.
Esto al final funciona más o menos, pero gasta mucha energía por parte del profesor, y hace que acabe la sesión, a veces no con tensión o enfado, pero sí frecuentemente con la conocida sensación de agotamiento mental. Para evitar esto, lo importante no es el ruido o no que armen, sino la sensación de control sobre la situación que se tenga del grupo. Y no sólo por parte del profesor, sino también por los alumnos, lo cual es más importante.
Por tanto, el profesor ha de dar alguna instrucción cuando se avecina ese momento (inclusive si es sobrevenido, como una conversación con alguien que aparece por la puerta). El método para reconducir la situación que propongo es el siguiente:

  • Se les da uno o dos minutos para discutir una cuestión con su compañero, y luego ha de compartir con el grupo la conclusión. Para reforzar la conducta de trabajo, después se puntúan las respuestas por cada intervención, en el mapa de clase.
  • El profesor ejecuta un gesto que los alumnos conocen para pedir silencio, y mira a su reloj. El grupo obtiene un punto/alumno si hay silencio antes de que acabe el tiempo establecido (yo les doy 10 segundos). Mi gesto es levantar la mano cerrada y abrir un dedo cada dos segundos. Si no hay silencio cuando la palma está extendida, no hay premio para nadie.
  • Si esto no funciona y es importante conseguir la atención, se pueden aplicar adicionalmente medios punitivos. Yo normalmente voy cerrando mis dedos cada dos segundos, y al pasar los 10 segundos adicionales, voy diciendo nombres de los alumnos que menos atención prestan, los cuales han de quedarse un minuto adicional cuando suene el timbre. Normalmente, cuando pronuncio el tercer nombre, ya nadie habla. No suelo caer en la tentación del "minuto para todos porque todos hablan" ya que se suele considerar una medida que incluye a alumnos con buen comportamiento, y genera una confrontación innecesaria, ya que siempre hay alguien que argumenta que no merece el castigo, y es posible que tenga razón. Así que mi consejo es ir apuntando uno a uno en el mapa de clase, hasta donde se llegue para conseguir el silencio.


C) EL ESTADO DE ÁNIMO DEL PROFESOR (Y DE LOS ALUMNOS):

En este apartado voy a hablar de algo muy conocido por todos los docentes: el estado de ánimo con que entramos en el aula es algo que se contagia muy rápidamente, así que hemos de ser capaces de modularlo en función de las necesidades del grupo.

También es cierto que parte del ánimo y del estado de activacióh de los alumnos depende de factores ajenos al profesor, por ejemplo muchos eligen en la desiderata dar clase a primeras horas. Creo que serían todos, si las cargas familiares no hiciera que algunos tuvieran que renunciar a las primeras horas. Esto es porque al llegar el estado de ánimo de los alumnos es más bajo, más tranquilo, y que se van activando a medida que avanza el día. Por la tarde, normalmente están tan alterados y cansados que el rendimiento es el peor del día, así que los argumentos acerca de los beneficios de la jornada partida no suelen ser pedagógicos, sino sociológicos, ya que así el centro educativo sirve para que los padres puedan prolongar su jornada laboral sin preocuparse de dónde dejar a sus hijos en ese tiempo. Pero esto es otro tema que requiere un artículo aparte.

Así que me voy a centrar en lo que podemos hacer nosotros. Dado que es difícil que tengamos la suerte de tener sólo las primeras horas de clase, es necesario contar con otros recursos para modular el ánimo del grupo, cuando éste es demasiado alto. Y también qué podemos hacer para no empeorar una situación desbordada emocionalmente.

Dentro del aula parezco el mismo, pero soy otra persona

Esto no significa que tengamos que cambiar de personalidad, o que nuestra conducta sea diametralmente diferente a cómo somos. Lo destaco porque ser profesor es un rol, y como tal, tenemos que intentar no sólo centrarnos en los aspectos académicos, como usar un lenguaje normativo, más formal, o con la jerga propia de nuestra disciplina, pero eso no es lo fundamental. Sabemos que las clases pueden ir muy bien con lenguaje más cotidiano, ya que nos acerca a nuestros alumnos. El asunto crucial es el estado de nerviosismo o relajación con que estamos en la clase. Porque nuestro estado de ánimo, especialmente el negativo, se contagia rápidamente al grupo. Y a veces es un auténtico reto, ya que venimos de otros grupos que a veces han llevado nuestra paciencia al límite, o simplemente llevamos acumulado mucho agotamiento mental, intentando mantener el orden en grupos repletos de alumnos sin mala fe, pero que como Obelix, de pequeños se cayeron en un caldero lleno de alguna bebida energética.
Hay que esforzarse por estar mucho más calmado, ser mucho más paciente y tener más autocontrol que en el resto de nuestra vida personal. Esto nos transforma en otra persona al entrar en el aula, y es lo que hace tan difícil el trabajo del profesor, en el que parece que se trabaja tan poco. El llegar tranquilo a clase, a pesar del mal día que estamos teniendo, no es algo que sea innato. Quizá más fácil para algunos, pero es algo que se puede entrenar, y es muy necesario para algunos docentes. Yo he llegado a oir gritos de ira de algún compañero desde el otro extremo del pasillo.
La solución a esto puede llegar por la meditación, el yoga, etc...pero lo que yo propongo es más rápido de entrenar y muy eficaz, y es el entrenamiento en relajación siguiendo el método de Jacobson, una técnica muy habitual en la terapia psicológica. Aunque inicialmente se tardan 15 minutos en conseguirse, a medida que se progresa en la técnica se acortan los tiempos, hasta llegar a una relajación mental que necesita tan sólo un minuto, y concentra todo el poder de lo que antes se conseguía en 15, con manejo de la respiración y la contracción/distensión de grupos musculares. En menos de dos meses se puede tener un dominio de la técnica, de manera que seríamos capaces de manejar el estrés que conlleva la docencia, siendo la primera consecuencia positiva el aumento del bienestar a pesar de las circunstancias adversas. Así que lo que hemos de hacer es gastar un minuto en bajar nuestro nivel de activación entre clase y clase, siguiendo la técnica de relajación mental. En casos más extremos , puede ser necesario el uso de técnicas cognitivas, ya que hay docentes que tienen tendencia a los pensamientos inflamatorios automáticos, lo cual desencadena una emoción muy intensa y negativa en muy poco tiempo.
De acuerdo, puedo entrar en un estado Zen en un aula, y eso seguro que repercute positivamente en mis alumnos. ¿Pero qué pasa si entro y aquello es una batalla campal? ¿No sería más lógico coger un cabreo y leerles la cartilla? A veces es la única manera de acabar con el desorden de conducta del grupo, ¿No?
La respuesta es no. No hay que coger un cabreo descomunal. No se trata de alterarse emocionalmente para conseguir el objetivo. Es cierto que en casos extremos hay que ejercer autoridad, pero eso no significa dejarse llevar por la ira. Se trata de hablar con firmeza y aplicar los protocolos para esos casos. Es muy importante no improvisar consecuencias negativas, ya que es necesario que los alumnos conozcan qué puede ocurrir si deciden perpetrar determinadas conductas, individualmente o en grupo. Así que hablaremos en un tono más alto, sin gritar, con firmeza, con tranquilidad, y anunciaremos qué conductas disruptivas están teniendo lugar, quién las está ejecutando y cuáles son las consecuencias que conlleva. Si somos firmes, pero estamos tranquilos, los alumnos tienen menos probabilidades de entrar en una escalada emocional y llegar a un conflicto violento.

El ser profesor es un rol, y es un rol que requiere mano de seda y puño de hierro. Ser cortés y suave en el tono, pero muy consistente, muy congruente con las consecuencias, tanto positivas como negativas. Y esto es crucial, es muy importante, porque aplicar consecuencias negativas sólo lo suelen entender los alumnos como ligado a su conducta si estamos tranquilos. Si estamos alterados, lo que pensarán es que es algo personal contra ellos, que "les hemos tomado manía" y no llegarán nunca a hacer la conexión entre la mala conducta y las consecuencias que les aplicamos. Así que si estamos alterados, es mejor citarlos para luego, cuando ya estemos más relajados, para explicarles la situación y lo que va a ocurrir como consecuencia.
Otro momento delicado es cuando el grupo está tranquilo, y el profesor hace bromas o usa la ironía para amenizar su exposición. Esto normalmente funciona bien, pero en ocasiones hay alumnos que lo malinterpretan, pensando "hoy está de buen humor, así que vamos a hacer la clase de hoy una fiesta". En este caso, dado que suelen ser los mismos, conviene hablar con ellos en privado y explicarles que el humor es una técnica más que se usa en las clases, y que no es la indicación de que hay barra libre para montar jaleo. Normalmente lo entienden, pero si no es así, se puede recurrir a técnicas punitivas, como ya hemos tratado.

D) EL FINAL DE LA CLASE, O CUANDO EL CANSANCIO ARRECIA

Se suele citar en publicaciones que el nivel de atención sostenida por año de edad de los alumnos es de aproximadamente entre 3 y 5 minutos. Para el adulto el tiempo máximo de concentración es de, en promedio, de 45 minutos. Para un adulto entrenado, o sea un adulto que estudia de forma regular, o requiere de concentración durante largos lapsos de tiempo, puede aumentar este tiempo a un promedio de 50-60 minutos. Así que es esperable que hacia el final de la clase la capacidad de atender no sea muy buena, pero esto ya lo sabemos todos.
Así que para esos momentos finales, siempre hay que guardar alguna actividad que sera lo suficientemente interesante como para conseguir que también sea productiva, esto es, que realmente nos permita conseguir algún objetivo educativo y no sea simplemente una pérdida de tiempo.
Yo personalmente, tengo algún vídeo preparado para cada clase, que proyecto en 5-10 minutos, dejando otros 5 minutos para comentarlo o hacer preguntas a los alumnos. Lo que se haga al final tiene que tener también refuerzo positivo, así que yo premio las intervenciones, a veces con algún punto adicional.
También se puede reservar 5 minutos finales para contar alguna anécdota académica o personal ligada al tema. Esto suele tener tirón entre los alumnos, y puede hacer que mantengan la atención hasta el final sin problemas. Otra posibilidad es la de hacer que los alumnos cuenten algo relacionado con su experiencia personal. Normalmente a mitad de clase esto suele descarrilar el tema, pero en los últimos minutos puede servir para afianzar la comunicación y la confianza con los alumnos.
Otra estrategia importante es acabar la clase con un mensaje positivo para el grupo, si es posible, que reconozca su esfuerzo durante toda la hora, y agradecerles su atención. La aplicación consistente y continuada del refuerzo social, del reconocimiento de su esfuerzo, va a hacer que el clima del grupo mejore significativamente, y que cuando haya que criticar algún comportamiento disruptivo, los alumnos perciban al docente como más objetivo, ya que también ha dado muestras de ser capaz de reconocer sus méritos.

7. CONCLUSIÓN:

Cuando hice el curso de cocina al que me apunté el año pasado, la profesora me dió bastante teoría sobre tipos de preparación de alimentos, e incluso nutrición y algo de química básica, pero sobre todo me dió muchas recetas. Y no hubiera aprendido a cocinar en absoluto sin esas recetas.
Los artículos de algunos pedagogos sobre temas educativos suelen ser, en mi opinión, bastante decepcionantes en general, porque serían como cocineros que teorizan a todas horas, citan a otros cocineros famosos, pero rara vez te dan una receta para cocinar. Incluso suelen despreciar a aquellos que se atreven a considerar el dar recetas como algo adecuado. El resultado, en mi opinión, es que sin ejemplos prácticos y detallados, sin recetas, el avance educativo del grueso de lo que ocurre en las aulas ha cambiado muy poco en los últimos siglos, y las propuestas teóricas de algunos de estos pedagogosse quedan en modelos experimentales que aplican unos pocos.


En esta exposición me he esforzado de alejarme del planteamiento puramente teórico que suele ser común en las publicaciones pedagógicas, y dar también las recetas que conozco como ejemplo, para que las uséis tal cual, o las modifiquéis para conseguir que en vuestras clases se cocine el conocimiento en su punto adecuado, sin demasiado rigor ni excesiva indulgencia. Espero que al menos, el aroma sea apetecible.